Voy a serles sincero, la compré porque me llamó la atención la botella recubierta de cerámica. Así de simple. A veces, cuando uno se enfrenta a una enorme góndola de posibilidades en otro idioma, la etiqueta y la botella son lo que único que prima en la elección. Que me digan lo que quieran, pero eso de «no juzgar el libro por su portada» es una mentira que descansa junto a Papá Noel, los Reyes Magos y el Ratón Pérez. No podemos juzgar el libro por otra cosa que no sea la portada hasta no comprarlo y leerlo.

Y fue así que terminé en un apartamento de Le Marais abriendo una tripel de Les Brasseurs De Gayant elegida entre la gran cantidad de cervezas francesas de estilo belga que había en la tienda.